“Lo místico es la fuente de toda ciencia verdadera”
Albert Einstein
I. LAS EXPERIENCIAS MISTICAS
La palabra mística viene del griego myein: “encerrar” y de ahí deriva en mystikos: “cerrado arcano, misterioso”.
Una de las acepciones del Diccionario de la Real Academia Española para la palabra misticismo es: “Estado extraordinario de perfección religiosa, que consiste esencialmente, en cierta unión inefable del alma con Dios por el amor, y va acompañado accidentalmente de éxtasis y revelaciones.”
Dicha acepción alude a varias características que la neurobiología considera propias de la activación de ciertas partes del cerebro: estado extraordinario o difícil de alcanzar, inefabilidad o incapacidad de describir la experiencia con palabras, sensación de unión con lo divino (sentirse uno con la totalidad), conectada con la parte emocional, cualidad noetica de intuición de verdades universales, es decir, sensación no intelectual de comprender profundamente ciertas cosas como si fuesen verdades incuestionables.
La experiencia mística está en la base de la conciencia humana acerca de lo sagrado y es responsable de forma directa de la creación del concepto de Dios y de religión, sin embargo, sorprende que en la historia de la filosofía y de la ciencia haya sido relegada a mera experiencia subjetiva indemostrable.
II. LAS EXPERIENCIAS MISTICAS Y EL CONCEPTO DE DIOS.
En el origen fue la experiencia mística.
Los primeros seres humanos con una mentalidad más emocional que racional (capacidad que se desarrolló más tarde) y una relación de unión indisoluble con la naturaleza tuvieron de forma espontánea experiencias místicas (ver post "La esencia de las prácticas espirituales).
Sin embargo ¿cómo podemos llegar al concepto de dios desde una experiencia de trascendencia?
Desde ese estado primitivo el ser humano comenzó a desarrollar su capacidad lingüística y con ella la parte discursivo-racional de su cerebro, por tanto, comenzó a tener otras necesidades: dar una explicación a sus experiencias no sólo místicas, sino de relación con el mundo. Su lado izquierdo del cerebro se iba desarrollando y con él su concepción del espacio y el tiempo, la relación de causa y efecto y la propia percepción de si mismo.
Surgen las primeras explicaciones del mundo en las que se proyectan cualidades humanas a los fenómenos de la naturaleza (mitos). De los mitos, pasamos a la filosofía. Del mundo lleno de dioses al mundo lleno de principios y finalmente llegamos a un concepto único y unívoco de divinidad.
La experiencia mística muestra un estado excepcional de conciencia totalmente alejada del resto de experiencias humanas que se ha relacionado con experiencias de divinidad. Sin embargo, de la existencia de estas experiencias no puede deducirse la existencia de dios. De hecho, hay culturas que han experimentado lo trascendente sin hacer ningún tipo de referencia a la divinidad, como es el caso del budismo.
Pero, son los únicos datos empíricos de los que disponemos acerca de lo sagrado. De otro modo, nunca hubiésemos podido siquiera imaginar el concepto de dios.
En la historia de la filosofía se han descalificado estas experiencias por estar insertas en el campo de la subjetividad humana y no ser comprobables. Pero lo que la ciencia muestra hoy, es que esas experiencias son reales ya que se activan zonas del cerebro muy concretas que no se utilizan para otras experiencias.
Y lo que es más importante que, parafraseando a Aristóteles “la divinidad se dice de muchas maneras”. Toda religión es interpretación. Las experiencias místicas y el cerebro son los mismos para todas las personas, sin embargo, cada una de ellas interpretará su unión con lo sagrado de una forma distinta según su contexto cultural. Como en el experimento de Persinger, los cristianos verán a Jesús, los musulmanes a Mahoma y los ateos, se iluminarán. ¿No estaría apuntando esta cuestión al hecho de que es más importante la experiencia mística que el concepto de dios?
III. LAS EXPERIENCIAS MISTICAS Y LAS RELIGIONES.
En el origen de las grandes religiones también se encuentra la experiencia mística: un personaje histórico que tras una visión de trascendencia ofrece una reinterpretación del mundo y una forma de comportamiento.
En el caso de Buda su mensaje consistía en que todos los seres se encaminasen hacia la consecución de dicha experiencia. Como ser humano iluminado afirmaba que todas las personas pueden conseguirlo si siguen unas determinadas pautas en sus vidas. Está pues, orientado directamente hacia la experiencia mística sin la intervención de ningún tipo de divinidad.
Aunque el mensaje de Jesús, era muy similar, la interpretación que posteriormente ha hecho la institución eclesiástica, diviniza su figura. Ya no es el hombre sabio y digno que consiguió la experiencia de trascendencia por sí mismo, sino el elegido, el hijo de dios, que no vino al mundo a través del acto sexual como todas las personas sino que nació de una mujer virgen. El ejemplo humano se hace trascendente, y por tanto, inalcanzable, no es posible identificarse con él. Incluso la propia iglesia ha quemado en la hoguera o tachado de herejes a muchos místicos. La idea de dios se convierte en algo más importante que la experiencia de lo divino. Y las consecuencias históricas que ha tenido la defensa ciega de esta idea, ya las conocemos y desgraciadamente las seguimos viendo cada día.
Desde mi punto de vista, las religiones teístas han perdido su objetivo: el de alcanzar la experiencia mística. Las religiones deberían ser una camino desde el que conseguir la unión con la totalidad, no olvidemos que el término religión viene de religare que significa unión.
Sin embargo, en lugar de ello se dirigen a los valores de identidad, cohesión social y de organización de la moral. Se han presentado, no tanto como religiones (medios para llegar a lo divino) sino como filosofías que organizan y trazan un sentido y exigen normas de comportamiento. Han sido desarrolladas por seres que no tenían ningún tipo de contacto con lo místico y en tanto que “racionales” se han separado de las vías para el contacto con lo divino (recordemos que la parte lógico-discursiva del cerebro debía ser inhibida para conseguir la experiencia mística).
En palabras de William James: “en cierta forma la religión personal vendrá a demostrar que es fundamental en mayor medida que cualquier teología o sistema eclesiástico. Las iglesias, una vez establecidas, viven por tradición de segunda mano, pero los fundadores de cada iglesia debían originariamente su poder a su comunión personal directa con la divinidad. No solo los fundadores sobrehumanos (Cristo, Buda, Mahoma), sino también los creadores de sectas cristianas que han experimentado esta situación”. (“Las variedades de la experiencia religiosa”).
Creo que deberíamos hacer una distinción en las religiones: por un lado las técnicas y maneras de obtener una experiencia mística (para las que la razón, desde el punto de vista neurobiológico ha de ser suprimida) y por otro lado, la filosofía religiosa como explicación del mundo y contexto desde el que dar interpretación a la experiencia mística (para lo cual es necesario el uso de la razón y la evolución de las interpretaciones en función de los avances científicos y sociales).
Por esa razón creo que existe un auge de algunas tradiciones orientales. Son filosofías que dan mayor importancia a las prácticas para alcanzar la experiencia mística que al marco cultural o teórico que las rodea. Para usar sus prácticas ni siquiera es necesario compartir sus creencias.
Lo que seduce a occidente es la experimentación de lo místico a través de la meditación, el yoga o las artes marciales porque en nuestra tradición, los medios para alcanzar la trascendencia se han alejado demasiado de nuestras vidas cotidianas o están relacionados con conceptos que la razón científica ha desechado. ¿Cuántas de las personas que se llaman a sí mismas cristianas rezan cada día?, ¿cuántos los que no estamos de acuerdo con la filosofía cristiana podríamos rezar el padrenuestro simplemente como un mantra sin sentir un rechazo interior a lo que estamos haciendo?
Creo que las sociedades occidentales están más necesitadas de experiencias místicas que de religión. Ya no podemos simplemente creer en algo que está escrito. Nuestra tradición científico técnica nos ha enseñado a que es preciso “ver para creer”, necesitamos experimentar por nosotros mismos. No nos sirve con pensar que dios existe, necesitamos sentir su naturaleza.
El peso de la historia en nuestra tradición judeocristiana y las afirmaciones retrógradas de muchos católicos de nuestra sociedad hacen que a la mayoría de las personas (sobretodo las más jóvenes) les produzca alergia oír la palabra religión o dios. Pero todos necesitamos la espiritualidad tenga el nombre que tenga. La necesitamos porque forma parte de nosotros, porque tenemos estructuras neuronales específicas para ello.
Por tanto, creo que las religiones han de ser superadas, o ser utilizadas sólo como medios para alcanzar la experiencia de trascendencia lo que nos aportará un mayor uso de nuestras capacidades cerebrales y finalmente un comportamiento más ético con el resto de los seres (que es otra de las consecuencias de la experiencia mística).
viernes, 19 de febrero de 2010
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Muy interesante, fanny, me alegro de ser tu seguidor!!!
ResponderEliminarpor cierto, es la Real Academia Española (aunque es de la lengua, no lo menciona en su nombre)
Gracias Felipe por el comentario y la corrección!! Ahora mismo lo modifico!! ;-))
ResponderEliminarBuena forma de indicar el camino Fanny, solo andando por el sendero, podremos obtener la experiencia necesaria para conseguir la fe, y asi no tener que creer, pues creer es duda, tener fe es aseverar la verdad solo con la experiencia idividual y el reconocimiento de que todos somos uno.
ResponderEliminarGracias.
Muchas gracias a tí, César!!
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