Siempre le había gustado identificarse con la figura del guerrero....
siendo ese su segundo apellido, se imaginaba heredera de una casta castellana de samurais....
estaba escrito en sus genes y su destino,
no le iba a quedar más remedio que ganar la última gran batalla de la vida...
orgullosa, contaba sus historias a la luz de la hoguera y mostraba sus heridas de guerra en cuanto tenía ocasión...
con la espada siempre afilada, deseando entrar en mil combates distintos...
y vencer... vencer siempre al enemigo...
Pero un día, en mitad del más encarnecido combate, a punto de ganar a un innumerable ejército de soldados... se rindió... clavó las rodillas en el suelo, arrojó la espada y fundió su sonrisa con las gotas de lluvia...
No hay guerrero ni enemigo... ni vencedor ni vencido...
la lucha es división...
y en unidad, ya no tenía necesidad de pelear...
¿qué puede hacer un guerrero cuando alcanza la paz?
domingo, 9 de febrero de 2014
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